LAS CINCO LEYES DE ORO
I. El oro acude fácilmente, en cantidades
siempre más importantes, al hombre que reserva no menos de una décima parte de
sus ganancias para crear un bien en previsión de su futuro y del de su familia.
II. El oro trabaja con diligencia y de forma
rentable para el poseedor sabio que le encuentra un uso provechoso,
multiplicándose incluso como los rebaños en los campos.
III. El oro permanece bajo la protección del
poseedor prudente que lo invierte según los consejos de hombres sabios.
IV
El oro escapa al hombre que invierte sin fin alguno en empresas que no le son
familiares o que no son aprobadas por aquellos que conocen la forma de utilizar
el oro.
V.
El oro huye del hombre que lo fuerza en ganancias imposibles, que sigue el
seductor consejo de defraudadores y estafadores o que seña de su propia
inexperiencia y de sus románticas intenciones de inversión.
La primera ley del oro
El
oro acude fácilmente, en cantidades siempre más importantes, al hombre que
reserva no menos de una décima parte de
sus ganancias para crear un bien en previsión de su futuro y del de su familia.
El
hombre que sólo reserva la décima parte de sus ganancias de forma regular y la
invierte con sabiduría seguramente creará una inversión valiosa que le
procurará unos ingresos para el futuro y una mayor seguridad para su familia si
llegara el caso de que los dioses le volvieran a llamar hacia el mundo de la
oscuridad. Esta ley dice que el oro siempre acude libremente a un hombre así.
Yo puedo confirmarlo basándome en mi propia vida. Cuanto más oro acumulo, más
oro acude a mí rápidamente y en cantidades crecientes. El oro que ahorro
proporciona más, igual que lo hará el vuestro, y estas ganancias proporcionan
otras ganancias; así funciona la primera ley.
La segunda ley del oro
El
oro trabaja con diligencia y de forma rentable para el poseedor sabio que le
encuentra un uso provechoso, multiplicándose incluso como los rebaños en los
campos.
Verdaderamente,
el oro es un trabajador voluntarioso. Siempre está impaciente por multiplicarse
cuando se presenta la oportunidad. A todos los hombres que tienen un tesoro de
oro reservado, se les presenta una
oportunidad, permitiéndoles aprovecharla. Con los años, el oro se multiplica de
manera sorprendente.
La tercera ley del oro
El
oro permanece bajo la protección del poseedor prudente que lo invierte según los
consejos de hombres sabios.
El
oro se aferra al poseedor prudente, aunque se trate de un poseedor
despreocupado. El hombre que busca la opinión de hombres sabios en la forma de
negociar con oro aprende rápidamente a no arriesgar su tesoro y a preservarlo y
verlo aumentar con satisfacción.
La cuarta ley del oro
El
oro escapa al hombre que invierte sin fin alguno en empresas que no le son
familiares o que no son aprobadas por
aquellos que conocen la forma de utilizar el oro.
Para
el hombre que tiene oro pero que no tiene experiencia en los negocios, muchas
inversiones parecen provechosas. A menudo, estas inversiones comportan un
riesgo, y los hombres sabios que las
estudian demuestran rápidamente que son muy poco rentables. Así pues, el poseedor
de oro inexperto que se fía de su propio juicio y que invierte en una empresa
con la que no está familiarizado descubre a menudo que su juicio es incorrecto
y paga su inexperiencia con parte de su tesoro. Sabio es aquel que invierte sus
tesoros según los consejos de hombres expertos en el arte de administrar el
oro.
La quinta ley del oro
El
oro huyó del hombre que lo fuerza en ganancias imposibles, que sigue el
seductor consejo de defraudadores y estafadores o que se fía de su propia
inexperiencia y de sus románticas intenciones de inversión.
El
nuevo poseedor de oro siempre se encontrará con proposiciones extravagantes que
son tan emocionantes como la aventura. Éstas dan la impresión de proporcionar
unos poderes mágicos a su tesoro que lo hacen capaz de conseguir ganancias
imposibles. Pero, verdaderamente, desconfiad; los hombres sabios conocen bien
las trampas que se esconden detrás de cada plan que pretende enriquecer de
forma repentina.
Recordad
a los hombres ricos de Nínive que no se arriesgaban a perder su capital ni a
estancarlo en inversiones no rentables.
Aquí
termina mi historia de las cinco leyes del oro. Al contárosla, os he revelado
los secretos de mi propio éxito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario